“LA FE QUE VALE LA PENA VIVIR” – DR. CLAUDIO FREIDZON

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Nuestra comunión con Dios nos llena de su fe y nos da la certeza que a pesar de las circunstancias, sus promesas se cumplirán en nuestras vidas.

La fe cristiana, muchas veces suscita en la gente motivo de burla. Es causante entre las personas que escuchan sobre nuestras creencias, al leer la Biblia; al cantar otro tipo de música…tomar decisiones que están alineadas con la Palabra de Dios, que nos consideren “raros” o que estemos fuera del contexto social actual.

Sucede que aquellos que no tuvieron una experiencia; no vivieron lo que el corazón sediento, necesitado, hundido en la depresión encuentra cuando conoce a Jesús.

Por eso tenemos una preciosa fe, que vale la pena vivir.

Cuando la gente no conoce a Jesús, es cuando ignoran el significado y valor de la adopción.

Pero es necesario entender qué es la adopción.

Muchas veces, los niños sufren en la vida, tal vez por abandono, tal vez por situaciones acaecidas en la familia biológica, lo que ha provocado el no tener a sus padres o el salir del hogar.

Como consecuencia de ello, las heridas y el dolor marcan su existencia.

Por otra parte observamos , la gran expresión de amor de la persona que adopta, entendiendo que no es responsable de todo ese dolor y sufrimiento.

Pero cuando una persona adopta por amor, este acto se manifiesta en seguridad, amor y contención desde el momento que el niño ingresa a su casa.

En el plano espiritual, sabemos que el Señor nos vio perdidos, huérfanos, heridos en el mundo. Sin embargo, en el preciso instante que Cristo vino a esta tierra, y nos perdonó y nos salvó, nos dio el privilegio de ser adoptados como hijos de Dios y, desde ese momento, Él es el responsable que tengamos una famillia…la familia del Cielo. Que tengamos un padre que es nuestro Padre

Celestial y que tengamos el amor que tal vez nunca tuvimos.

Ese gran Dios, que dio una inmensa muestra de amor, donde nos eligió como éramos, para adoptarnos, nos dio la seguridad de su paternidad y nos brindó un destino y un propósito.

Esa fe que vale la pena vivir es la fe que el Señor nos dio para que caminemos tomados de su mano cada día.

La fe que vale la pena vivir es la que nos permite experimentar cada día de nuestras vidas los milagros de Dios.

Nuestra guía, nuestra esperanza, nuestro rumbo, nuestro ánimo no tiene que estar marcado por lo que vemos o lo que otros digan, sino por lo que Dios nos habla cada día a nuestros corazones.

Los tiempos de derrota y de temor, van a transformarse en tiempos gloriosos.

La fe que vale la pena vivir, es la que nos ayuda a mantenernos firmes en tiempos de dificultad.

La fe que vale la pena vivir, es la que nos dice: “¡Recibe tu milagro…porque Yo estoy contigo!”